CH’IARAJE. LA BATALLA QUE FERTILIZA LA TIERRA.

Cada 20 de enero, alrededor de dos mil habitantes de Langui, Q’ewe y Ch’ecca protagonizan una batalla ritual que desafía los límites de lo convencional para conmemorar a sus ancestros. La historia de este enfrentamiento remonta sus raíces a tiempos inmemoriales, donde las localidades de canas denominadas “Los Altos” (Checca, Langui, Layo y Kunturkamki) y “Los Bajos” (Pampamarca, Túpac Amaru, Quehue y Yanaoca) se enfrentaban en una danza ritual de provocaciones y estrategias en dos actos: por la mañana y al mediodía.

La fase matutina despliega provocaciones, insultos y, en algunos casos, incursiones audaces en territorio enemigo. La segunda fase, celebrada al mediodía tras un breve paréntesis para el almuerzo, se convierte en una festividad única, acompañada de música proveniente de instrumentos tradicionales y la euforia compartida al brindar con licor. Este festín se lleva a cabo a una altitud vertiginosa, superando los 4,500 metros sobre el nivel del mar, lo que añade un toque de misticismo a esta tradición ancestral. Historiadores sitúan al Chiaraje como una ofrenda a la Pachamama, destinada a preservar la fertilidad del suelo de generación en generación.

Se tejían historias en torno a este ritual único. La creencia popular sostenía que en cada batalla siempre habría, al menos, un caído. Esta caída representaba un auspicioso inicio de año para ambos bandos, según la interpretación local. Pero si solo había heridos, el presagio se tornaba sombrío, anunciando un año desfavorable, especialmente en términos de lluvias.

Según la historiadora americana Diane Hopkins, el Chiaraje se remonta a la época del Tahuantinsuyo, debido al desarrollo de batallas entre el Hanan y Urin Cusco, presididas por el Inca. Asimismo, el cronista, científico y sacerdote jesuita español, Bernabé Cobo, refirió que antiguamente la batalla se realizaba con hondas que lanzaban “ciertas frutas como tunas”, esto quiere decir que las personas se arrojaban frutas unos entre otros, como una simulación de batalla, pero que en el fondo era considerado un “pukllay” que significa jugar en quechua. Antiguamente, el que ponía fin al pukllay era el Inca, cerrando de esa manera el enfrentamiento y dando la paz entre ambos bandos.

Históricamente, las batallas de Hanan y Urin Cusco se realizaban en el mes de diciembre, Febrero y Marzo y según los cronistas Cobo y Guaman Poma de Ayala, se desarrollaba en el menor momento de actividad estacional; precisamente cuando no hay ni inicio de siembra ni de cosecha. Desde el amanecer hasta las cuatro de la mañana del día mencionado, los participantes y los concurrentes se apresuran, preparan los alimentos para el evento y se proporciona licor durante una semana o el día anterior, incluyendo cerveza y chicha. 

De acuerdo con sus creencias, la sangre derramada de los combatientes trae abundancia y prosperidad a las tierras durante el año que comienza. La comunidad ganadora es aquella que hace retroceder al oponente lo suficiente para tomar posesión de la cima de un cerro de la zona. Quien ocupa mayor cantidad de terreno, gana. Los hombres, armados de hondas, azotes de cuero y palos, se visten con chalecos adornados con flores. Las mujeres, ayudan cuidando a los caballos y animan a los hombres cantando. La preparación de los caballos incluye equiparlos con la silla de montar, la brida y los arneses adecuados. Los jinetes llevan trajes brillantes y elegantes. La lana de oveja, la alpaca o la fibra sintética son los materiales utilizados en esta ropa. Los jóvenes casaderos y las jóvenes son los más vistosos.

Los combatientes llevan consigo los wichi-wichis o liwis, que son seis armas ofensivas y defensivas que pueden hacer tropezar al caballo del enemigo al ser lanzadas a las patas del animal o golpear la cabeza del oponente en caso de un enfrentamiento físico. Es común llevar zurriagos, reatas e instrumentos de percusión como la mandolina y el charango. Por otro lado, pintar los rostros con colorantes naturales llamados ayrampu, que producen un color roji-violáceo también es común. El preludio de los Carnavales se anuncia con este color.

El Chiaraje es en sí más que un encuentro lúdico, ya que en él se pone a prueba el valor, el honor y el prestigio de los integrantes de cada una de las dos comunidades (y aliados) que se enfrentan. Este evento sirve además para marcar el tránsito de joven a hombre de los integrantes de las comunidades que participan, es por ello también que el Chiaraje se vuelve, pese a su carácter bélico, una fiesta. Estos mismos parajes fueron campos de entrenamiento durante la rebelión de José Gabriel Condorcanqui y Túpac Amaru II, en el siglo XVIII. Solo los pobladores de estas regiones pueden participar de la batalla, el resto, solo podrá estar presente como espectador.

Si te fue útil este artículo, por favor comenta, o mejor, suscríbete!

Deja una respuesta

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.