
Con su capital en Beijing (Pekín), China es el país más poblado del mundo, con más de 1.350 millones de habitantes en aumento, pocas cifras por encima de la India con 1.324 millones(datos de 2016), lo cual constituye más de la población de todo el continente Americano y casi el doble de la población de toda Europa. Las dos ciudades más pobladas son Shanghai y Beijing, con más de 23 y 21 millones de habitantes respectivamente.
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Gracias a la teoría de la transición demográfica, que relaciona la evolución de los niveles de natalidad y mortalidad de un área para explicar la evolución de la población y su crecimiento desde niveles altos de mortalidad y fecundidad hasta otros cada vez más bajos, es posible analizar la evolución del crecimiento demográfico del territorio chino, a partir de las tendencias seguidas por dichos índices.

Según estimaciones, China tiene el mismo peso demográfico en el mundo desde el año 200 A.C., cuando poseía poco más de una quinta parte de la población mundial. La mayoría de los historiadores afirman, que la población de China alcanzaba los 430 millones para el año 1850, llegando a los 541 millones en 1949.

El primer censo nacional de 1953 arrojó una cifra de 594 millones, lo que puso en relieve el gran problema de la superpoblación. Lejos de reducirse ese crecimiento, la población china se duplicó en los cincuenta años siguientes, llegando a 1.265 millones de habitantes en el censo del año 2000, cuando ya representaban el 21,18% (una quinta parte) del total del planeta, en un territorio con una superficie de 9.562.910 Km2, que no supera el 6,4% a nivel mundial, lo que supone densidades de concentración de la población con una previsión de 148 hab./km2 para 2030. Estas cifras cobran mayor importancia cuando se observa la desequilibrada distribución de esta población por la combinación de triple oposición: oposición centro-periferia, oposición zonas litorales frente a áreas de interior y la que se da entre las regiones orientales y occidentales.

Las llanuras fluviales orientales y del interior, poseen densidades superiores a los 400 hab./km2, pero en las regiones rurales cultivadas pueden llegar a superar los 1.000 hab./km2. Las ocho provincias más densamente pobladas, de gran riqueza agrícola e industrial, concentran el 60% de la población china en un 20% del territorio, aprovechando los recursos hídricos y creando grandes concentraciones urbanas. Los llamados «hormigueros humanos», con elevados niveles de concentración de población, comprenden las regiones de la Cuenca Roja de Sichuan, las cuenca media y baja del Río Yangtze, la Gran Llanura del norte de China, la península de Shandong y la llanura de Manchuria (mongolia interior).

El estuario del Yangtze (provincias de Jiangsu y Shanghai) y las provincias circundantes (Shandong, Henan, Anhui y Zhejiang) han experimentado un gran crecimiento en los últimos cuarenta años, debido al desarrollo industrial, concentrando más de 600 hab./km2. A pesar de todo, si bien estas regiones han aumentado su nivel de población en términos absolutos, la han perdido en términos relativos (con un descenso del 1,4%, entre 1974-1990), a favor de otras áreas, como las provincias del centro-sur (con un aumento del 0,8% en el mismo período).

En segundo lugar se agrupa el resto de la China oriental, con densidades medias y grandes diferencias según las áreas y las condiciones geográficas, donde las regiones densamente pobladas son aisladas y dispersas, siguiendo las regiones cultivables: valles loésicos de Wei (Shaanxi) y Fen (Shanxi), los deltas del sudeste, de Zhejiang hasta Guangdong y las depresiones kársticas de Yunnan-Guizhou-Guangxi.
Finalmente, se encuentran las regiones poco pobladas o casi deshabitadas de la China exterior u occidental. Así, las cuatro grandes áreas con densidades inferiores a los 20 hab./km2, apenas albergan un 4% de la población total en un 50% del territorio chino, como es el caso de Tíbet-Qinghai, Xinjiang-Uigur, Mongolia Interior, el norte de Manchuria (Heilongjiang) y parte de la Meseta de Yunnan, en el sudoeste, regiones que tradicionalmente han configurado la periferia de China y donde las zonas áridas o semiáridas, las grandes cordilleras y el relieve abrupto, acogen únicamente población nómada de diversas minorías nacionales de ascendencia no han.

Tras la proclamación de la República Popular China en 1949 y hasta 1957, se pusieron en marcha una serie de políticas que tendieron a una fuerte industrialización en las mismas ciudades en las que tuvo lugar la primera industrialización a principios del siglo XX. La necesidad de mano de obra impulsó el desarrollo de las grandes ciudades del este del país, a partir de los excedentes rurales.
Entre 1958 y 1962, época del Gran Salto Adelante, la importancia dada a la industrialización rural y a la reducción de las desigualdades entre ciudad y campo, supuso un éxodo urbano que afectó a más de 40 millones de personas y aligeró la presión en las grandes ciudades. La mayor parte regresaría, aunque el éxodo urbano se mantuvo durante el período 1966-1975, época de la Revolución Cultural.
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A partir de 1979, el desigual crecimiento natural entre el campo y la ciudad, ha llevado a la existencia de un amplio excedente demográfico rural y a una constante emigración hacia las ciudades. En 1992, el 22% de la población trabajaba en el sector industrial y un 17% en los servicios, sectores predominantemente urbanos. La población rural, aunque en descenso desde 1990, es todavía mayoritaria, pero ha pasado de representar más del 87%, en 1950, a ser en la actualidad poco más del 64%.

El desequilibrio económico entre el campo y la ciudad ha provocado que sólo 12 de las 29 regiones gocen de una renta per cápita anual superior a los 1.000 dólares. La renta per cápita del país se situó en 23.821 yuanes (3.467 dólares o 3.254 euros aproximadamente) al cierre de 2016, con un incremento nominal del 8,4% interanual y del 6,3% después de ajustarlo a la inflación.
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Las estimaciones del propio Gobierno muestran que para 2020, entre 300 y 500 millones de personas emigraron a las regiones urbanas buscando una mejora de su poder adquisitivo, principalmente la población rural femenina, quienes con un nivel de formación bajo, han protagonizado un proceso migratorio hacia las grandes ciudades industriales globalizadas. Así, ante diversos factores, familiares o personales, las mujeres jóvenes solteras se desplazan a las áreas del país económicamente más desarrolladas, para así mejorar sus condiciones de vida.

Se trata de mano de obra poco cualificada, empleada en las líneas de montaje industriales, en el sector terciario y en los servicios turísticos y doméstico, que intenta mejorar su situación económica y, trascurrido un tiempo, en muchos casos regresan a su lugar de origen para casarse y crear una familia.
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La etnia han, en chino «汉族», representada por el 93% de la población de toda China, el 98% de la población de Taiwán, el 75% de Singapur y aproximadamente el 20% de la población mundial, dígase, por tanto, el chino pura sangre, constituye el grupo étnico más numeroso del mundo, con unas 1300 millones de personas, reprimidos durante casi 40 años hasta el año 2015, con la política del «hijo único», implementada con el objetivo de frenar el descontrol demográfico que venía experimentado el Gigante Asiático hasta el año 1979.

Era una política de control de la natalidad, que justamente no permitía el nacimiento de un segundo vástago, lo cuál evitó el nacimiento de unas 400 millones de personas y provocó que poblaciones de otras etnias (no han) aumentaran siete veces más rápido. Aún así, los han siguen siendo la etnia mayoritaria entre los 56 grupos étnicos que habitan en el país, de los cuales 55 se consideran minorías, al representar solamente el 7% restante, ubicados principalmente en la provincia de Yunnan 云南 y en las fronteras con el Tíbet, India, Laos, Mongolia y Vietnam.

Dicha política de control de la natalidad antes mencionada, trajo consigo disparidades regionales en cuanto a la distribución espacial de la población, provocando un importante envejecimiento de la población. En 2005, la población con más de 65 años superaba los 100 millones, que representaba un 7,6% de la población total, y las previsiones más fiables calculaban un aumento de más de 70 millones para 2020.
En la actualidad, la media de esperanza de vida de los ciudadanos chinos se ha elevado a 71,4 años (69,63 para los hombres y 73,33 para las mujeres), cinco cifras más que el promedio mundial y siete más que el de los países y regiones en desarrollo, pero cinco cifras menos que los países y regiones desarrollados.

Este factor amplía la problemática económica de dependencia demográfica y, por tanto, de la asunción de los servicios necesarios por parte del Estado chino, incrementando problemas de fondo y de desigualdad social ya existentes, como la falta de un servicio de salud homogéneo en todo el territorio, un sistema educativo cada vez más privatizado y la disponibilidad de pensiones de jubilación sólo para algunos sectores del funcionariado estatal.
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