PIRÁMIDE POBLACIONAL CHINA. LA BOMBA ACTIVA.

La población china envejece, eso ya es un hecho, pero al Partido Comunista Chino (PCCh) se le ha dado vuelta la tortilla y el daño colateral hoy les ruboriza el rostro. China es el primer país envejecido aún en vías de desarrollo. Hoy cuenta con un 15% de la población por encima de los 65 años y será del 25 % para el 2040, el doble que en la India.

La proporción de dependencia (relación entre población trabajadora y jubilada) trepará del 36% en 2015 al 69,7 % en 2050. Ante eso, las autoridades buscan no envejecer más el país, pero puede que ya sea tarde.

Producto de casi 40 décadas de estricto, doloroso y traumante control de la natalidad aplicado a la etnia han con la política del «hijo único» (OCP, por sus siglas en inglés), implementada en 1979 con el objetivo de frenar el descontrol demográfico que venía experimentado el Gigante Asiático hasta ese año, cuando el 80% de los mil millones de chinos eran campesinos, la sociedad actual, representada en su mayoría por la clase media-baja, ya no quiere tener más de un hijo y ha dado la espalda a la libertad concedida en el 2015.

Suena bien como venganza: el Gobierno se esfuerza para que los chinos tengan los hijos que les prohibieron en el pasado y estos ahora no quieren. El fracaso del PCCh en su intento de frenar la bomba de relojería demográfica con la apertura parcial de 2015 fue implícitamente reconocido en agosto de 2018 por la Asamblea Popular Nacional. Los diputados eliminaron la revisión del Código Civil que adoptará en el 2020 todo lo referido a planificación familiar, lo que revela que pronto se anunciará el final de cualquier control de natalidad y los chinos serán libres de tener los hijos que quieran, si es que quieren.

El primer censo nacional se realizó en China en el año 1953, cuando arrojó una cifra de 594 millones de habitantes, lo que puso en relieve el gran problema de la superpoblación. Lejos de reducirse ese crecimiento, la población china se duplicó en los cincuenta años siguientes, llegando a 1.265 millones de habitantes en el censo del año 2000, cuando ya representaban el 21,18% (una quinta parte) del total del planeta, en un territorio con una superficie de 9.562.910 Km2, que no supera el 6,4% a nivel mundial, lo que supone densidades de concentración de la población con una previsión de 148 hab./km2 para 2030.

La etnia han, en chino «汉族», representada por el 93% de la población de toda China, el 98% de la población de Taiwán, el 75% de Singapur y aproximadamente el 20% de la población mundial, dígase, por tanto, el chino pura sangre, constituye el grupo étnico más numeroso del mundo, con unas 1300 millones de personas. Aún así, los han siguen siendo la etnia mayoritaria entre los 56 grupos étnicos que habitan en el país, de los cuales 55 se consideran minorías, al representar solamente el 7% restante, ubicados principalmente en la provincia de Yunnan 云南 y en las fronteras con el Tíbet, India, Laos, Mongolia y Vietnam.

La política de control de la natalidad (OCP), el mayor experimento demográfico de la historia, no permitía el nacimiento de un segundo vástago, lo cuál evitó el nacimiento de unas 400 millones de personas y provocó que poblaciones de otras etnias (no han) aumentaran siete veces más rápido. El país aún padece una relación crítica entre población y tierra cultivable o reservas acuíferas, así que no es difícil imaginar el colapso con otros 400 millones de chinos (100 más que la población estadounidense actual). La reducción de la pobreza mundial en las últimas décadas se concentra en China y habría sido muy difícil sin esta política.

Fue aprobada en 1979, dos décadas después de que China sufriera la peor hambruna de la historia moderna. El crecimiento demográfico del 20% anual provocaba comprensibles sudores fríos al Gobierno y, tras muchos cálculos que incluían factores como población y toneladas de grano, nació la OCP.

La ley frenó la fertilidad de 2,8 a 1,7 niños, aumentó la esperanza de vida de los 65 a los 75 años, espoleó la economía y mejoró las condiciones de vida de la mayoría del pueblo. Pero por otra parte, muchas mujeres sufrieron esterilizaciones y abortos forzosos, además de todo tipo de abusos personales e intimidaciones de los responsables de la planificación familiar, pasando por el maltrato de sus esposos y suegras por no engendrar un varón.

Esta regulación trajo consigo disparidades regionales en cuanto a la distribución espacial de la población, provocando un importante envejecimiento de la misma. En 2005, la población con más de 65 años superaba los 100 millones, que representaba un 7,6% de la población total, y las previsiones más fiables calculaban un aumento de más de 70 millones para 2020.

A partir de 1979, el desigual crecimiento natural entre el campo y la ciudad, llevó a la existencia de un amplio excedente demográfico rural y a una constante emigración hacia las ciudades. En 1992, el 22% de la población trabajaba en el sector industrial y un 17% en los servicios, sectores predominantemente urbanos. La población rural, aunque en descenso desde 1990, es todavía mayoritaria, pero ha pasado de representar más del 87%, en 1950, a ser en la actualidad poco más del 64%.

La Academia de Ciencias Sociales de China (ACSCh) en su Libro verde de población y trabajo afirmó el 3 de enero de 2019, que la población comenzará a decrecer en el 2029, cuando alcanzará un máximo de 1.442 millones de personas. El organismo advirtió, que si no se toman medidas urgentes para elevar la actual tasa media de fertilidad de 1,6 hijos por mujer, la disminución será imparable desde el 2027, lo que hará caer la población a 1.172 millones de habitantes en el 2065, el mismo valor que existía para el año 1990. Para evitar dicha desigualdad, se requiere una fertilidad de 2,1 hijos por mujer.

En la actualidad, la media de esperanza de vida de los ciudadanos chinos se ha elevado a 71,4 años (69,63 para los hombres y 73,33 para las mujeres), cinco cifras más que el promedio mundial y siete más que el de los países y regiones en desarrollo, pero cinco cifras menos que los países y regiones desarrollados.

En dichos países desarrollados se estableció desde hace décadas, un sistema de Seguridad Social que amortigua la presión por la reducción de la población activa y el enorme gasto para las arcas estatales que suponen la salud y los cuidados a largo plazo de los mayores. La población activa comenzó a reducirse en el 2015, lo que empuja al alza los salarios y hace menos competitiva su productividad.  

Se adivina una presión inasumible para el sistema de pensiones y también para una generación de jóvenes urbanitas, enfrentados ante el llamado reto 4-2-1 o la obligación de sostener a dos padres y cuatro abuelos. La mano de obra abundante y barata que ha alimentado la locomotora china se reducirá en 170 millones durante las tres próximas décadas, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional.

Sumado a esto último, Beijing teme la conflictividad social de 40 millones de solteros que no podrán cumplir el deber confuciano de la descendencia porque faltan mujeres. La administración sigue apegada a la doctrina centralista que ve en la población una carga que debe ser controlada, ya sea la fertilidad o la inmigración. El país sufre el mayor desequilibrio de géneros del mundo (115 niños nacidos por cada 100 niñas). Esa sintomatología de una bomba de tiempo con severas implicaciones sociales y económicas, fue otra de las razones que motivó el fin de la OCP en 2015.

La ACSCh siempre fue muy crítica con la «política del hijo único», contraria a los principios de cohesión familiar sobre los que se asienta una sociedad de tradición confuciana, aunque ésta también prioriza el bien de la comunidad sobre los derechos individuales.

El Gobierno estudia prolongar la edad de jubilación desde los 55 años a los 60 para las mujeres y de los 60 a los 65 para los hombres, pese a la resistencia que genera y al convencimiento de que la solución viene por incentivar la natalidad más que por prolongar la vida laboral.

El investigador de la Universidad de Wisconsin (EEUU) Yi Fuxian, y el economista de la Universidad de Pekín Su Jian, sostienen que la población china llegó en el 2018 a su punto de inflexión y se redujo en 1,27 millones de personas, algo inédito desde que Mao Zedong fundó la República Popular, en 1949. «La población china ha comenzado a caer, los problemas de envejecimiento se han acelerado y la vitalidad económica se ha debilitado”», afirman Yi y Su. «Debido a políticas demográficas erróneas, una gran nación que representó casi un tercio de la población mundial se degenera paulatinamente», declaró Yi Fuxian al diario ‘South China Morning Post’.

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