
La idea no es comerte el coco al más estilo evangélico para convencerte sobre el propósito de ir o no a uno de estos campamentos o «santuarios» de elefanes, cada cual es libre de interpretar los hechos según su filosofía. Nosotros decidimos visitar uno de estos refugios como Elephant Nature Park o Baan Chang, en Chiang Mai, una región al norte, también conocida por sus locales como la «Rosa del Norte», donde al menos los animales pueden pasearse libremente y se mantienen bien cuidados – o eso aparentan -, para de esta manera vivir la experiencia en primera persona, aunque tal vez de esa forma incentivamos la práctica del famoso «turismo de elefantes». Las fotos y la sensación de culpabilidad es algo que siempre te llevarás, pero como experiencia, valió la pena por una vez.
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Escribimos la palabra santuario entre comillas, porque si hay algo seguro, es que el único santuario de un animal debería ser aquel donde no se venere su presencia por parte de un ser humano. No obstante, también es cierto que casi la mitad de los elefantes en cautiverio que habitan en Tailandia fuera de estos refugios se utilizan para fines turísticos o son empleados como fuerza de trabajo, acarreadores de carga, adiestrados para sujetar una brocha con la trompa y pintar en un papel, y no disfrutan de buenas condiciones de vida, pues sus «cuidadores» aplican un duro tratamiento para acabar con su voluntad y lograr su total sumisión.

El elefante, es un símbolo nacional en el Reino de Siam. Antiguamente, fue una de las principales armas del ejército. Se estima que en el siglo XVII, el reino contaba con unos 20.000 elefantes entrenados para la guerra, y su papel fue fundamental en el conflicto que enfrentó a las actuales Tailandia y Birmania o Myanmar por el control del reino de Ayutthaya.
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Actualmente, suponen un gran atractivo para el turismo, que genera casi el 7% del PIB tailandés. Lamentablemente, muchos son capturados y domesticados para ser utilizados en campamentos turísticos o falsos refugios autodenominados «santuarios», para presentarlos en espectáculos y exhibiciones en diferentes zonas del país. Los animales tienen un cuidador o «mahout», y es habitual verles empleando un «ankus» o «bullhock», herramienta tradicional para dominarlos, que consiste en un palo con un gancho metálico en su extremo. A buen entendedor…

Este tratamiento de adiestramiento es una centenaria técnica conocida como «Pajaan», que cruelmente significa «romper el espíritu». Desde muy pequeños se separa a la cría de su madre y se les somete a un cruel aislamiento y maltrato físico y psicológico, encerrado en una jaula que se adapta a sus medidas para que ni siquiera pueda sentarse, hasta asegurarse de que pierden su independencia y se vuelven totalmente sumisos a los humanos.
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Durante ese tiempo, no solo se le priva de comida, bebida y sueño, sino que también le golpean con frecuencia haciendo uso del famoso bullhock. A continuación te dejamos un video donde podrás ver la práctica de este «ritual». No apto para personas sensibles con un mínimo de conciencia.
Además, el alto coste de su mantenimiento lleva a muchos de los dueños a desatender los cuidados mínimos necesarios. Su alimentación diaria cuesta alrededor de 40 dólares, un montón para los estándares tailandeses. Teniendo en cuenta esto último, puede que sea preferible que se mantengan en un lugar donde al menos puedan pasearse libremente y tengan buen cuidado.
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Encontrarás muchas excursiones y ofertas para experimentar la emoción de interactuar con estos gigantones cuadrúpedos. Hay alternativas un poco más confiables o conservadoras que otras como ya comentamos. En algunas, el animal es el centro de atención para disfrute del turista, y en otras tiene el mismo concepto pero no los verás realizando espectáculos de circo ni podrás montar sobre su lomo, depende de lo que busques y de qué forma y hasta qué punto estés dispuesto a juzgar tu conciencia con lo que experimentes.
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