
Isis, es la señora de la tierra, del cielo y del agua; soberana de todos los dioses, de todos los reyes y de todos los hombres, la que reúne el Alto y el Bajo Egipto; madre del faraón, dama de la inundación y de las tierras de Nubia y amada de Osiris. Conocida por los romanos como «la de los mil nombres», expresa la divinización de los conceptos de la maternidad y la fertilidad, por lo que frecuentemente es presentada por la mitología egipcia como una entidad benévola y amable.
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En el arte egipcio se suele representar con un trono como corona y amamantando al pequeño Horus; aunque también es frecuente verla luciendo un tocado formado por cuernos y el disco solar con los atributos típicos de una diosa: un vestido envolvente, un bastón de papiro en una mano y un signo de anj (vida) en la otra. En ocasiones aparecía con otras formas animales: como cerda, representando su carácter maternal; como vaca, sobre todo cuando estaba ligada a Apis; o como escorpión. También adoptó la forma de una árbol o de una mujer que emerge de un árbol, ofreciendo a veces alimento y agua a las almas fallecidas. Esta forma aludía a la alimentación materna que ella proporcionaba

En el primer milenio antes de Cristo, Osiris e Isis se convirtieron en las deidades egipcias más adoradas, e Isis asumió características de muchas otras diosas. Algunos de sus devotos decían que abarcaba todos los poderes divinos femeninos del mundo. Isis juega un papel más activo en el mito sobre la muerte y resurrección de Osiris que se recogió por primera vez en los Textos de las Pirámides, una colección de conjuros y encantamientos grabados en los pasajes, antecámaras y cámaras sepulcrales en las pirámides del Imperio Antiguo con el propósito de ayudar al faraón en la Duat (inframundo) y asegurar su resurrección y la vida eterna.
Los primeros templos importantes conocidos en su honor fueron el de Iseion en Behbeit el-Hagar, en el norte de Egipto; y el Templo Filé (también conocido como Filas o Philae), ubicado sobre una pequeña isla en el Nilo y construido durante la época ptolemaica sobre el 300 a.c., un centro religioso para egipcios y nubios por igual, siendo el último refugio de la civilización faraónica. Este último santuario, respaldado por sus devotos nubios, tuvo un sacerdocio organizado y festivales regulares hasta por lo menos mediados del siglo V d.c., lo que le convierte en el último templo en pleno funcionamiento en Egipto. En sus muros sobrevivieron testimonios de las escrituras sagradas y jeroglíficos grabados por sacerdotes durante varios milenos.
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Los reyes griegos que gobernaron Egipto como faraones durante el periodo helenístico, desarrollaron una ideología que los vinculaba tanto con los dioses egipcios como con los griegos, para fortalecer su derecho al trono ante los súbditos de ambas civilizaciones, estableciendo paralelismos entre las deidades egipcias y las suyas propias, en un proceso conocido como interpretatio graeca. Los templos de deidades egipcias fuera de Egipto, como la Basílica Roja de Pérgamo, o el Templo de Isis en Pompeya o el Iseum Campense en Roma, fueron construidos en un estilo fundamentalmente grecorromano, y un objeto de veneración en estos templos era el agua, que se consideraba un símbolo de las aguas del Nilo.

El ritual más frecuente de los templos para cualquier dios era el de la ofrenda diaria, en el que los sacerdotes vestían la imagen de culto de las deidades y le ofrecían comida. Sus seguidores desarrollaron fiestas propias como la Navigium Isidis o Nave de Isis (antigua fiesta religiosa anual romana), así como ceremonias de iniciación parecidas a las de otros cultos mistéricos grecorromanos. Los templos también celebraban muchas fiestas a los largo del año, algunas a nivel nacional y otras muy locales. En la época romana, los egipcios de todo el país celebraban su cumpleaños, la Amesysia, llevando su estatua de culto local a través de los campos, probablemente en celebración de sus poderes de fertilidad. Los sacerdotes del Templo File celebraban un festival cada diez días cuando la estatua de culto de Isis visitaba la vecina isla de Bigeh, cercana a la primera catarata del Nilo.

Isis se convirtió en la diosa protectora de la reina Cleopatra VII en Alejandría, capital de Egipto durante la época grecorromana y de emblemáticos monumentos como el gigantesco y famoso Faro de Alejandría. Frecuentemente, Cleopatra VII utilizaba el epíteto «la nueva Isis». De esta manera, pasó a considerarse la patrona de los navíos y de sus tripulantes, lo que contribuyó a que su culto se extendiera por todo el Meditarráneo. Los griegos consideraban la religión egipcia exótica y a veces extraña, pero cargada de sabiduría antigua. Como otros cultos de las regiones orientales de Mediterráneo, el culto a Isis atrajo a griegos y romanos aprovechando sus orígenes exóticos, pero la forma que tomó después de llegar a Grecia fue notablemente helenizada.
El culto de Isis llegó a Italia y a la esfera de influencia romana en algún momento del siglo II A.C. Se le erigieron santuarios y altares en la Colina Capitolina o Plaza del Capitolio y llegó a ser tan popular que el emperador Calígula (Julio César) construyó un templo en su honor en los Campos de Marte de Roma, un terreno que se extendía al norte de las Murallas Servianas edificadas por el sexto rey de Roma, Servio Tulio. Los cultos egipcios se enfrentaron a una mayor hostilidad durante la cuarta guerra civil de la República romana en el 30 A.C., cuando Roma, dirigida por Octavio, el futuro emperador Augusto, luchó contra el Egipto de Cleopatra. Tras la victoria de Octavio, se prohibieron los santuarios de Isis.
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En el cristianismo, la adoración a Isis también dejó sus huellas. El historiador y arqueólogo húngaro Andreas Alföldi, sostenía en los años 1930 que el festival medieval del Carnaval (celebración antes de la cuaresma cristiana), en el que se llevaba una reproducción de un barco, se desarrolló a partir del Navigium Isidis. Tanto Hugh Bowden como Jaime Alvar, especialistas en los antiguos cultos mistéricos, sugieren que las similitudes entre el cristianismo y dichos cultos de resurrección no se originaron en el simple hecho de tomar prestadas las ideas, sino en su procedencia común, es decir, en la cultura grecorromana en la que se desarrollaron todos ellos.

El clasicista R. E. Witt veía a Isis como la «gran precursora» de María, y señaló que ambas tenían en común varias esferas de influencia, como la agricultura y la protección de los marineros y comparó el título de María como «Madre de Dios» con el mismo epíteto de Isis, al igual que el de ambas como «Reina de los Cielos». Stephen Benko, un historiador estudioso del cristianismo primitivo, argumenta que la devoción a María estaba profundamente influenciada por la adoración de varias diosas paganas, no solo de Isis. En contraste, John McGuckin, un estudioso de la Iglesia, dice que María adquirió rasgos superficiales de estas diosas en la iconografía, pero que los fundamentos de su culto eran completamente cristianos. El arqueólogo canadiense Vincent Tran Tam Tinh señala que las últimas imágenes de Isis amamantando a Horus datan del siglo IV D.C., mientras que las primeras imágenes de María amamantando a Jesús datan del siglo VII D.C.
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