Bushido. El Camino del Guerrero.

El código Bushido 武士道 o «el camino del guerrero», exigía lealtad y honor hasta la muerte. Si un samurái fallaba en mantener su honor, podía mantenerlo o recobrarlo practicando el seppuku (suicidio ritual). No era simplemente una lista de reglas a las cuales un guerrero se debía apegar a cambio de su título, era la descripción de una forma de vida, un conjunto de principios que preparan a un hombre o a una mujer para pelear sin perder su humanidad, para dirigir y comandar sin perder el contacto con los valores básicos, y una prescripción para hacer un guerrero-hombre noble. En el corazón del bushido está la aceptación del samurái a la muerte.

En el Hagakure 葉隠, obra literaria japonesa dictada por Yamamoto Tsunetomo (un samurái vasallo del clan Nabeshima, de la provincia Hizen) a uno de sus aprendices entre 1710 y 1717, considerado además un manual de clases samuráis y una colección de pensamientos y sentencias a través de una serie de breves anécdotas y reflexiones que al mismo tiempo aportan introspección y conocimiento acerca de la filosofía y del código de comportamiento que promueve el verdadero espíritu de bushido, y que a su vez, difiere de nuestro concepto moderno de pragmatismo y materialismo, aparece la siguiente cita: «El camino del samurái se encuentra en la muerte»; «una vez el guerrero está preparado para el hecho de morir, vive su vida sin la preocupación, y escoge sus acciones basado en un principio, no en el miedo»; «si preparando correctamente el corazón cada mañana y noche, uno es capaz de vivir como si su cuerpo ya estuviera muerto, gana libertad en El Camino, su vida entera estará sin culpa, y tendrá éxito en su llamado».

Con ello no se refería tan sólo a la muerte del guerrero en combate, sino también a su deber de suicidarse antes que aceptar la rendición. Desde tiempos antiguos se pusieron en práctica diversos métodos de suicidio de honor en la historia japonesa, como el de arrojarse a las aguas con la armadura puesta o tirarse del caballo con la espada en la boca.

Por otro lado, el sintoísmo, también conocido como «camino de dios», la religión nativa y originaria de Japón con mayor número de fieles después del Budismo japonés, basada en la veneración de los espíritus de la naturaleza(kami), las deidades del cielo y la tierra y los antepasados(religión politeísta),otorgó al bushidō valores éticos de afinidad y amor por todas las cosas vivas, una profunda enseñanza de la lealtad con el soberano en su aspecto más tradicional. El sintoísmo creía en la pureza de lo innato, por lo que no había cabida en él para el pecado original. Las obras de Mencio y Confucio eran las principales enseñanzas para los jóvenes samuráis, y una interesante pauta de resolución para asuntos mayores.

Wan Yang Ming 王陽明, erudito neoconfuciano, oficial y general de tiempos de la Dinastía Ming, considerado uno de los grandes sabios de la filosofía china que más influyó en las mentes de todos los samuráis, sostenía como criterio moral básico que: «Hablar y hacer son lo mismo». En la tradición budista, las prácticas preparatorias, que consisten en recordar la existencia de la muerte, están consideradas como las grandes motivaciones que uno encuentra en el camino; de aquí que resulten esenciales. Tomar conciencia de la realidad y la inevitabilidad de la propia muerte puede ser una fantástica fuente de energía y puede hacer aflorar insospechados niveles de motivación que conduzcan a un cambio radical.

En su forma original, se reconocen en el bushidō siete virtudes asociadas, que son:

Gi 義, justicia o rectitud (decisiones correctas). Sé honrado en tus tratos con todo el mundo, cree en la justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia. Para un auténtico samurái no existen las tonalidades de gris en lo que se refiere a honradez y justicia, sólo existe lo correcto y lo incorrecto.

Yu 勇, coraje. Álzate sobre las masas que temen actuar, ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurái debe tener valor heroico, vivir la vida de forma plena. El coraje heroico no es ciego. Reemplaza el miedo por el respeto y la precaución.

Jin 仁, compasión. Mediante el entrenamiento intenso y la meditación, el samurái se vuelve rápido, fuerte y sabio, ayuda a sus compañeros en cualquier oportunidad, y si la oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla.

Rei 礼, respeto, cortesía. Los samurái no tienen motivos para ser crueles, no necesitan demostrar su fuerza. Un samurái es cortés incluso con sus enemigos, sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los animales.

Makoto 誠, honestidad y sinceridad absoluta. Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho, nada en esta tierra lo detendrá en la realización de su acto, pero no ha de «dar su palabra», no ha de «prometer», hablar es lo mismo que hacer.

Meiyo 名誉, honor. Es la virtud más importante de todas. El auténtico samurái sólo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones que toma y cómo las lleva a cabo, son un reflejo de quién es en realidad. En caso de su honor quedar mancillado, la única forma de restaurarlo será el seppuku.

Chuugi 忠義, lealtad. Un samurái es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Para el guerrero, las palabras de un hombre son como sus huellas, puedes seguirlas donde quiera que él vaya.

En su relación con las artes marciales, se destacó el sumai, antecesor del sumo, y el denominado Jujutsu también conocido como Yawara (una de las más antiguas artes marciales de Japón, atribuido a Kamakura Ushogi, en las eras Heian y Fujiwara). Hablar del bushidō implica hacer referencia a los preceptos morales de la caballería, por tal razón, se agregan a la formación del samurái el tiro con arco y la equitación.

Las antiguas artes marciales japonesas, ryu o koryū budo, así como las artes marciales modernas o gendai budō, tales como el kendō, el aikidō, el shorinji kempo, el judo, el karate, el kyūdō, el kobudō, y el iaidō; deben gran parte de su base filosófica y/o moral, a las filosofías componentes del bushidō. Las artes marciales reflejan el espíritu del bushidō, en los diferentes códigos de conducta o «Dojo Kun», que aún se imparten en las diferentes salas de entrenamiento o dōjō. Los códigos buscaban incorporar al guerrero psicológicamente a la sociedad civil en tiempos de paz. Actualmente buscan dar formación moral y ética a sus practicantes.

EL BUSHIDO Y LOS PILOTOS KAMIKAZE

El bushidō fue también usado por los militares como la base moral para aquellos soldados enlistados en las filas de las unidades kamikaze («viento divino») de la Fuerza Aérea Imperial japonesa durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). El cine se ha encargado de popularizar enormemente la figura de los pilotos kamikaze de la Segunda Guerra Mundial. La filosofía guarda algunos puntos de relación con el bushido, pero no fue un comportamiento que surgiera de forma inmediata y tampoco cabe extrapolarlo sin matices a las decisiones finales de los samurai. Antes de llegar al autosacrificio, los pilotos pasaron por fases intermedias.

Desde mediados de septiembre de 1944, el comportamiento psicológico de los aviadores japoneses se volvió más sólido. Se asistía, sobre todo en lo que se refiere a los pilotos de los cazas, a un endurecimiento en las determinaciones y resoluciones tomadas. Las sugestiones y proposiciones de ataque que aportaban a sus superiores dan buena prueba de ello. En estos proyectos, eran aleatorias e incluso descuidadas las posibilidades de lograr volver con vida de la misión encomendada. Nacía una nueva psicología de caracteres generales, la cual se inspiraba en el patrimonio glorioso del país y en los ejemplos cada día más numerosos de los aviadores que se lanzaban sobre los objetivos enemigos.

Por esta razón, muchas artes marciales con raíces en el bushidō fueron prohibidas y el Dai Nihon Butokukai (Gran Sociedad Japonesa de las Virtudes Marciales) fue clausurado durante la ocupación estadounidense tras la guerra. La prohibición fue levantada pocos años después.

LOS 47 RONIN

El harakiri o seppuku forma parte imprescindible de la historia de los 47 ronin 四十七士 , o los 47 guerreros samuráis sin amo, como también se les conoce, que además de ser una película de aventura dirigida por Carl Rinsch y protagonizada por Keanu Reeves y Hiroyuki Sanada, se considera el mayor acto de suicidio samurái del que se tenga registro, un suceso real a principio del Periodo Edo, que fue narrado en la obra literaria medieval de Japón, e inmortalizada posteriormente mediante el kabuki (teatro japonés tradicional).

Producto de una situación violenta por parte de dos daimyō o shogun (señores feudales) conocidos como Asano Takuminokami Naganori y Kira Kozukenosuke Yoshinaka que llevo a desenfundar armas en la «gran casa», algo que estaba firmemente prohibido, el primero de ellos fue condenado a cometer harakiri. Además, por tratarse de un delito muy grave, toda su familia fue expulsada de sus tierras y sus criados se quedaron sin trabajo.

Poco tiempo después, unos 60 samuráis se reunieron a deliberar si debían vengar a su amo, matando a Kira Kozukenosuke Yoshinaka, para lo cual firmaron un documento con pacto de sangre. Al final, 13 de los guerreros que se habían comprometido flaquearon y abandonaron su causa, por lo que sólo quedaron 47. Tras dos años de muchas penurias, haciéndose pasar por borrachos, vagos, vagabundos e incluso locos, rodeándose de lo que era peor visto por la sociedad puesto que, tras la muerte de su señor, el shōgun mandó que se les vigilase para evitar algún atentado, consiguieron completar los preparativos de la venganza.

Una noche de diciembre, mientras caía una intensa nevada, los 47 rōnin asaltaron la mansión de Kira y le ofrecieron cometer harakiri con la misma hoja que había usado su amo. Al negarse, fue decapitado, tras lo cual recogieron la cabeza y se dirigieron a ofrecerla en la tumba de su amo, que había sido enterrado en el templo budista Sengakuji. Por este acto, los 47 rōnin fueron condenados por el shōgun a cometer harakiri, y fueron enterrados en el mismo templo Sengakuji, junto a la tumba de su señor.

Tumba de los 47 ronin en el Templo Sengakuji.

Pero sólo 46 rōnin cometieron harakiri ese día, ya que al matar a Kira, uno de ellos, conocido como Terasaka Kichiemon, recibió el encargo de regresar a su pueblo para contar lo sucedido a los familiares. Aunque posteriormente se entregó también a las autoridades, fue indultado. A su muerte, su cadáver fue trasladado al templo Sengakuji en Tokio y enterrado junto a sus compañeros.

Esta historia fue llevada al cine en 1962 por el director Hiroshi Inagaki en la cinta «Trilogía Samurái» (Samurái I: Musashi Miyamoto (1954). Samurái II: Duelo en templo Ichijoji (1955) y Samurái III: Duelo en la isla Ganryu (1956)), basada en la novela de Eiji Yoshikawa y con la actuación de Toshiro Mifune, siendo la primera ganadora del Oscar a la mejor película extranjera en 1955.

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