
El término Xiísmo, hace referencia al «pensamiento» del actual Presidente de la República Popular China, Xi Jinping, también comúnmente conocido por muchos como el «Emperador Rojo», ha sido un tema de sobremesa a nivel mundial desde Marzo de 2018, cuando se celebró la Asamblea Nacional Popular (ANP) en el Gran Palacio del Pueblo, en Beijing, donde se aprobó por unanimidad, con 2.970 votos a favor, ninguno en contra y cero abstenciones, que el presidente Xi Jinping continuaría en el cargo durante un segundo mandato (2018-2023).
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Apenas unos días antes, los legisladores de su país aprobarían eliminar el límite de dos mandatos, de esta manera, Xi Jinping, se aseguraba un puesto en la presidencia del Gran Gigante Asiático por un periodo indefinido y se convertiría en el «Líder» más poderoso del país desde Mao Zedong. Ni siquiera a Deng Xiaoping, el ideólogo de la apertura de China al mundo con su teoría del «comunismo con características chinas» (como muletilla para justificar la diferenciación nacional del comunismo chino), se le reservó la categoría de «Líder», ni sus políticas eran consideradas «pensamientos», eran distinciones que sólo ostentaba Mao. Tampoco se pudo advertir en Deng, una obsesión por exhibir su poder sino que, más bien al contrario, le gustaba ejercerlo entre bambalinas.
14 Estratagemas

En el informe presentado por Xi Jinping al XIX Congreso del PCCh celebrado en octubre de 2017, se planteó una «guía de pensamientos del Xiísmo», que enumera «14 estratagemas, doctrinas o perseverancias» siendo: la dirección absoluta del Partido, la consideración del pueblo como sujeto central del proceso, la profundización integral de la reforma, la nueva concepción del desarrollo, la condición del pueblo como dueño del país, la gobernación según la ley, los valores socialistas centrales, la garantía y mejora de las condiciones de vida del pueblo, la civilización ecológica, la seguridad nacional, el imperio del Partido sobre el Ejército, la reunificación y el principio «un país dos sistemas» (doctrinas de Deng Xiaoping refiriéndose a Taiwán como segundo sistema), la construcción de una comunidad de destino compartido de la humanidad y la exigencia de una mayor severidad disciplinaria del Partido.
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Uno de los aspectos principales que define al Xiísmo como «pensamiento», es la propuesta estratégica de alcanzar el objetivo de culminar la modernización en dos largas zancadas (2020-2035 y 2035-2050) que coincidirían con el centenario de la fundación de la «Nueva China» (2049).

Xi suele citar estrofas y términos de filosofía clásica como muestra de erudición e incluso como complemento de las apelaciones al marxismo. El nuevo «líder», rechaza la tradición confuciana, y se aleja por mucho de la humildad que el confucianismo requiere al buen gobernante en el ejercicio del poder. Así mismo, Mencio decía. «El soberano es el menos», y debe primar el respeto a la crítica constructiva que facilita el contraste de opiniones y pareceres, y que evita el anquilosamiento autoritario del poder, sobre todo, a aquella visión que apunta al desempeño de un liderazgo fuerte en términos de ejemplaridad.
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Ese estilo político de querer dirigirlo todo, es más intrusivo que la concepción emanada del pensamiento tradicional y claramente asociable al centralismo democrático de corte leninista.
Desde la década de los años 90, China había impuesto un límite de dos mandatos consecutivos a sus presidentes, pero el Partido Comunista Chino (PCCh) insistió que acabar con dichos términos de mandato fortalecería el sistema de liderazgo chino y le permitiría a Xi supervisar ambiciosos proyectos de desarrollo.
Por otra parte, alguno expertos aseguran que concentrar demasiado poder en las manos de una persona, ha silenciado voces dentro del país. Se huele una legitimidad basada en una gestión avalada por la norma que acompaña la consolidación de la hegemonía del PCCh, cerrando todo derecho a la crítica adjetivada “indebida” por erosionar la lealtad, aunque nada tenga que ver con la disidencia antisistémica.
Bloqueo a la crítica indebida.

El endurecimiento y censura de cualquier tipo de información o publicación que pueda cuestionar o poner en evidencia la figura del nuevo líder, se ha convertido en el nuevo «modus operandi» del Partido Comunista.
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A tal caso, que en 2017, las imágenes del Oso Winnie de Poh, así es, el dulce osito regordete, han sido bloqueadas en las redes sociales, porque algunos internautas comenzaron a compararlo con el presidente chino y varios de sus homólogos.

Por ejemplo, cuando Xi Jinping se dio uno de los saludos más incómodos de su mandato con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, los internautas lo compararon con una imagen similar de Winnie the Pooh saludándose con el burrito Eeyore.

No es sólo que no se tolere que se ridiculice al líder del país, sino que tampoco quieren que este amado personaje infantil se convierta en una especie de equivalente online del secretario general del Partido Comunista. En otros países, la comparación podría resultar inofensiva o incluso podría parecer hasta tierno tener a Winnie como mascota, pero lo sentimos Winnie, esto es China, aquí el presidente no hace cosas tontas o risueñas, no tiene características poco convencionales, no comete errores, y por eso está por encima de la población y no se le puede cuestionar.

La China de Xi Jinping dice adiós al liderazgo colectivo, a la creatividad nacida de la descentralización que define el Maoísmo, la crítica intrapartidista y el bajo perfil internacional. Al igual que durante el periodo de su homólogo líder Mao Zedong, Xi hace saber que el ser creativo ya no ayuda en la carrera política, lo que cuenta actualmente es estar bien alineado con las posiciones de Xi y ser diligente en la aplicación de sus consignas.
Purgas Anti-Corrupción

La China de Xi seguirá reclamando su soberanía sobre Taiwan, perseguirá cualquier tendencia separatista, ya sea en Xinjiang o en Tíbet, y seguirá adelante con su «purga de políticos corruptos».
La campaña anti-corrupción desatada por Xi nada más llegar al poder, con la creación de la Comisión de Inspección Disciplinaria, le ha generado una enorme popularidad. Entre los años 2013 y 2018, han sido sancionados y/o expulsados del partido más de un millón de miembros y enviados a la cárcel, entre otros, gobernadores provinciales, generales de ejército y banqueros, según el informe presentado al partido.
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Sin embargo, según informa Financial Times, dejará de aplicarse el «shuanggui», una práctica de detención extrajudicial, sin acceso a abogados ni familia, que se prolongaba hasta obtener la confesión. Desde el inicio de estas purgas, se han documento 11 muertes durante los interrogatorios, a pesar que en China es ilegal obtener confesiones mediante torturas desde 2010. El procedimiento se va a abolir y se impondrá otro sistema de arrestos.
De los 376 miembros del Comité Central, 38, es decir en torno a un 10%, han sido objeto de purgas, acusados de corrupción, en la mayor parte de los casos. Entre los afectados por estos castigos hay un miembro del Poltiburó, 19 miembros titulares y 18 suplentes. Entre los purgados y los pendientes de retiro o jubilación, más de un 50% del Comité Central será renovado,
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El primer gran «conejillo de indias» de esta campaña de persecución fue el caso de Bo Xilai, en 2012, el ex secretario general de la Municipalidad de Chongqing, acusado de corrupción y asesinato del ciudadano británico Neil Heywood, al que extorsionaba junto a su esposa, Gu Kailai. El homicidio ocurrió tras una controversia financiera ante el temor de que varios secretos familiares salieran a la luz.

Fue el mayor escándalo político de los últimos tiempos en China, que estalló en 2012, cuando Wang Lijun, ex jefe de Policía de Chongqing y «número dos» de Bo Xilai, trató de pedir asilo en un consulado estadounidense. Allí, Wang Lijun denunció que Gu Kailai había matado meses antes a dicho empresario británico, cuya muerte se había atribuido hasta entonces a un exceso de alcohol.
Gu Kailai fue sometida a juicio en agosto de 2012 y condenada a pena de muerte suspendida, lo que en la práctica equivale a una cadena perpetua. Wang Lijun quedó también condenado a quince años de cárcel.

El Tribunal Intermedio de Jinan impuso al ex secretario general del Partido Comunista en Chongqing, una sentencia de cadena perpetua por el delito de aceptación de sobornos, una pena de quince años de prisión por malversación de fondos y siete años por abuso de poder.
El Estado seguirá controlando a los bancos, las infraestructuras, las divisas y los sectores estratégicos, seguirá siendo una libertad controlada por el gobierno.
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Así, el gigante asiático deja atrás los pilares centrales de la política de Deng Xiaoping para dar paso al Xiísmo, un nuevo referente teórico del Partido Comunista Chino.
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